lunes, 23 de enero de 2012

Ensayos clínicos

Después de que James Vicary introdujera la idea de los mensajes subliminales, muchos más siguieron su ejemplo, experimentando con esta nueva y supuestamente poderosa herramienta.

A lo largo de la década de 1960, el sicólogo neoyorquino Lloyd H. Silverman publicó una serie de pruebas
sobre los efectos de los mensajes subliminales en personas deprimidas. Un grupo de la prueba miraba una foto en la que la frase "Destruye a la madre" se proyectaba rápida y repetidamente en su superficie. Un segundo grupo se expuso a la misma imagen, esta vez con las palabras "Gente pensando". Ninguno de los grupos percibió conscientemente los mensajes y, sin embargotal como se comprobó más adelante, el efecto fue el aumento de la depresión en el primer grupo y ningún cambio en el segundo.

No pasaría mucho tiempo antes de que las agencias de publicidad se dieran cuenta de que el uso de la "información adicional" con la que Vicary y Silverman se estaban metiendo era partoicularmente aplicable en su campo, y se sintieron gratamente sorprendidos al descubrir que el mensaje oculto ni siquiera tenía que relacionarse directamente con el producto que vendían. De hecho, todo lo que aparentemente se requería era que el mensaje atrajera de alguna manera al sujeto  hacia el tema. De ahí, no fue difícil saltar a la conclusión de que la idea de "sexo" sería especialmente grata para la mayoría de los consumidores. Entonces, comenzó a urdirse un siniestro plan: permitir que la mente subconsciente del espectador escogiera las palabras, sonidos o imágenes y enviara "pensamientos agradables" a la mente consciente, influenciando así al consumidor para que comprara el producto.

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